
A los 54 años Óscar Pedraza no ha perdido el espíritu rebelde de su juventud, el mismo que lo alejó de la institución que ama, que lo llevó dos años a prisión por hacer, aunque parezca increíble, lo correcto: denunciar a un general que intentaba apropiarse de un dinero destinado a combatir la subversión, mientras que cientos de policías caían abatidos en cumplimiento de su deber, sin armas, ni municiones. Era 1983. Eran tiempos violentos.

Frente al cuartel policial de Los Cibeles, en el Rímac, Pedraza mira la entrada de lo que una vez fue su primer lugar de destacamento y que ahora es la puerta grande de su retorno. En los cincuenta pasos que ha caminado por el frontis de Los Cibeles casi 200 policías lo han saludado. “Es un buen tombo”, dicen algunos. Un sujeto que lo acompaña y parece su guardaespaldas dice que cuando lo mandaron al retiro lo volvieron más famoso. Como cuando las estrellas de la cumbia mueren y venden más discos que en vida, la diferencia con Pedraza es que él ha regresado para disfrutar de esa popularidad y, claro, para servir a la patria.

Óscar Pedraza está acostumbrado a asumir retos, el próximo será ingresar nuevamente a la Escuela de la Policía. Será reentrenado. Sacará su uniforme verde olivo de botones dorados y con olor a naftalina, continuará luchando, esta vez acompañado por cientos de colegas, contra la corrupción. También iniciará un juicio para que le reconsideren el sueldo por el tiempo que pasó fuera de servicio y alista una huelga de policías para el próximo año, si es que no se dan cambios sustanciales en el Ministerio del Interior.
Pedraza confiesa que nunca ha renegado de la institución policial, pero que sí está decepcionado de los efectivos que lo condenaron a dejar el uniforme, y de algunos otros que deshonran la institución policial.
“Habrá cambios, comenzando por el incompetente ministro Alva Castro”, vaticina Pedraza, y muestra emocionado su resolución judicial de reincorporación.
Fotos: Charlie Jara
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