viernes, 18 de enero de 2008

El retorno de Óscar Pedraza

Tuvo que pasar 23 años, 7 meses y 24 días para que el sub oficial Óscar Pedraza Sierra sea repuesto en su cargo, del que nunca debió de ser sacado.
A los 54 años Óscar Pedraza no ha perdido el espíritu rebelde de su juventud, el mismo que lo alejó de la institución que ama, que lo llevó dos años a prisión por hacer, aunque parezca increíble, lo correcto: denunciar a un general que intentaba apropiarse de un dinero destinado a combatir la subversión, mientras que cientos de policías caían abatidos en cumplimiento de su deber, sin armas, ni municiones. Era 1983. Eran tiempos violentos.
Ahora Pedraza está de regreso a la Policía Nacional del Perú, gracias a una orden judicial que le devuelve los galones que le arrebataron, pero que no le reconoce los 300 mil soles que dejaron de pagarle en el intento de mandarlo al olvido.

Pedraza cuenta que cuando trabajaba en la 22 comandancia de la desaparecida Guardia Civil fue testigo de los abusos, la corrupción y la desidia de unos mandos timoratos que dirigían la Policía desde un escritorio. Impotente, triste y desesperado por la injusticia, Pedraza y un grupo de oficiales tomaron por asalto una iglesia antigua para, desde ahí, lanzar sus demandas. El efecto fue rotundo. Al día siguiente los periódicos daban cuenta de la incursión. Un matutino tituló: “Al descubierto. El policía más corrupto del país” en alusión a Juan Paredes Morales, entonces director de la Guardia Civil. Aunque Pedraza cree ahora que la persona más corrupta dentro de la policía es Luis Alva Castro. El escándalo saltó y la mafia cayó, y arrastró en represalia a Pedraza. Lo mandaron al retiro.
Frente al cuartel policial de Los Cibeles, en el Rímac, Pedraza mira la entrada de lo que una vez fue su primer lugar de destacamento y que ahora es la puerta grande de su retorno. En los cincuenta pasos que ha caminado por el frontis de Los Cibeles casi 200 policías lo han saludado. “Es un buen tombo”, dicen algunos. Un sujeto que lo acompaña y parece su guardaespaldas dice que cuando lo mandaron al retiro lo volvieron más famoso. Como cuando las estrellas de la cumbia mueren y venden más discos que en vida, la diferencia con Pedraza es que él ha regresado para disfrutar de esa popularidad y, claro, para servir a la patria.

Durante los 23 años, 7 meses y 24 días que estuvo fuera de la policía, Pedraza estudió Derecho y Periodismo, para luchar por su retorno a la Policía y mantener a su familia. Perdió, literalmente, las armas para defenderse y hacer frente al llanto de los hijos por un plato de comida, a la burla de otros oficiales, a la enfermedad de su madre. Pero descubrió el apoyo de su mujer en el momento difícil y el respaldo de compañeros que lo eligieron para dirigir la Federación Nacional de Sub Oficiales de la Policía.
Óscar Pedraza está acostumbrado a asumir retos, el próximo será ingresar nuevamente a la Escuela de la Policía. Será reentrenado. Sacará su uniforme verde olivo de botones dorados y con olor a naftalina, continuará luchando, esta vez acompañado por cientos de colegas, contra la corrupción. También iniciará un juicio para que le reconsideren el sueldo por el tiempo que pasó fuera de servicio y alista una huelga de policías para el próximo año, si es que no se dan cambios sustanciales en el Ministerio del Interior.
Pedraza confiesa que nunca ha renegado de la institución policial, pero que sí está decepcionado de los efectivos que lo condenaron a dejar el uniforme, y de algunos otros que deshonran la institución policial.
“Habrá cambios, comenzando por el incompetente ministro Alva Castro”, vaticina Pedraza, y muestra emocionado su resolución judicial de reincorporación.

Fotos: Charlie Jara
http://www.fotojornalismo-peruano.blogspot.com/

domingo, 13 de enero de 2008

Alcaldes que mueven la cola

Burgomaestres sobones que inician campaña para matar al “perro del hortelano” y ponerse en primera fila para recibir favores de gobierno aprista.

El 16 de diciembre de 2007 el presidente del Consejo de Ministros (PCM), Jorge del Castillo, anunció en el distrito de Lurín que los distritos y regiones que apoyaron al partido aprista en las elecciones presidenciales serían los primeros en ser beneficiados con obras y ejecución de proyectos sociales. Bastó ese anuncio para que diversos alcaldes limeños inicien una campaña a favor de la idea del presidente Alan García de matar al “perro del hortelano”.



También en Lurín, Jorge del Castillo inauguró un centro médico. Al día siguiente, el alcalde de este distrito, Jorge Marticorena Cuba, de conocida filiación aprista, mandó confeccionar, con dinero de las arcas de su comuna, gran cantidad de carteles y murales respaldando la muerte del “perro del hortelano” y prometiendo mejores servicios. En el material difundido figuran el escudo y logotipo del distrito, y la firma del burgomaestre. Un día después de la aparición de los carteles de apoyo Del castillo anunció el inicio de la estrategia Crecer en Lurín.


En Surquillo
De la misma manera, en el Distrito de Surquillo el alcalde Gustavo Sierra ha mandado colgar telones a favor de la iniciativa del presidente Alan García. En la avenida Angámos y los alrededores de la municipalidad de Surquillo Sierra expresa su apoyo a Alan García y le pide “mayor presupuesto para realizar más pistas y veredas en su distrito”. La manera de hacer brindar su apoyo al gobierno aprista es el mismo, colgar telones y pintar murales en las zonas más visibles de los distritos.


En Breña
Otro distrito aprista que busca beneficiarse con apoyo del gobierno es Breña. Vecinos de ese distrito denunciaron que su alcalde José Gordillo, secretario general del Partido Aprista en Breña y encargado de la organización de gobiernos locales del Apra, también utilizó los recursos de su comuna para imprimir tarjetas de saludos por Navidad y fin de año con un pequeño texto que anuncia que en su distrito “acabarán con el perro del hortelano”.
Asimismo, para los vecinos de Breña es de mal gusto que el alcalde Gordillo reciba homenajes de autoridades del gobierno, como el que recibió de manos de la ex ministra de la Mujer Virginia Borra de Jiménez, quien entregó a Gordillo el trofeo Lazo Blanco por luchar contra la violencia hacia la mujer.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Pásame con Marcelo



Después de seis meses de olvido, la novia más hermosa del mundo (mi mujer) volvió a llamar a casa, con esa misma sorpresa con la que se fue. Yo escuché su voz (un poco ronca) y me quedé atónito. Pensé que se acercaba la reconciliación, pero ella no quería hablar conmigo. (Cómo duele cuando la mujer que amas no quiere hablar con uno).

—Pásame con Marcelo —dijo y saltó al silencio. Entonces supe que seguía enojada. Yo nunca entendí por qué estaba así. Quizá llegó a creer lo que la gente anda diciendo de mí, que soy raro, sin darse cuenta que los raros podrían ser ellos.

—Pásame con Marcelo —volvió a decir desde el silencio. Entonces le pasé el teléfono a mi hijo.

Yo la sigo amando como en los primeros días. No entiendo por qué se fue sin aviso. Supongo que ella se enamoró de otro, se hartó de mi rutina, se cansó de mis gustos, quiso nuevas cosas. Pero no tuvo el coraje de confesarlo. (Hay que tener valor para decir a quien queremos). Si ella me hubiese dicho que se había enamorado de otro, no la hubiese culpado. El culpable, en todo caso, hubiese sido yo. No la culpo de nada, es más, la aceptaría si volviese embarazada. Marcelo ya necesita una hermanita.

—Papá, mamá quiere hablar contigo —dijo Marcelo entregándome el teléfono. Me emocioné, tenía el corazón hinchado, y no podía creerlo. Cogí el teléfono, y escuché que al otro lado, ella cortó el teléfono suavemente.

—Papá, qué dice mamá.

—Que volverá pronto.

Escritor invitado, Paco Moreno Tineo.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Mamá me llevó al Kentucky



Es menester recordarles que mi cumpleaños es mañana. Como siempre, ando diciendo que suele pasarme cosas raras días antes o días después de mi cumpleaños. Claro que también en el mismo día, pero eso ya se sabe. No existe día de cumpleaños de uno, en el cual no pasa nada. Bueno, les cuento que ayer, cerca de las 12 del día, después de mucho tiempo, mamá vino a verme al trabajo. En estos cuatro años se ha quitado casi cinco de encima. Le gusta contradecir el paso del tiempo. Es una señora que se resiste llegar a los cuarenta. Ya casi tiene cincuenta, pero a ella no le gusta hablar de esas cosas.
Cuando me llamaron a la oficina, donde paso más de doce horas diarias, algo me dijo que era ella. A pesar de todo, siempre da gusto volver a ver a mamá. Cuando salí ella estaba sentada en el mueble viejo que no sé por qué demonios no lo botan de aquí. La vi nerviosa. Yo me acerqué rápidamente a ella y la abracé. Me pareció escucharla decir con voz temblorosa un “feliz cumpleaños”.
Salimos de mi trabajo y tomamos un taxi. Veinte minutos después llegamos al Kentucky. Una cola inmensa frente a una muchachada sonriente que recibe los pedidos; parejas de enamorados en una esquina con las manos manchadas de grasa; familias enteras intentando encontrar felicidad; un televisor empotrado en la pared que, como siempre, sólo dice tonterías; un tipo vestido como para ir al colegio limpiando los pisos. Maldita sea, todos los Kentuckys son tan iguales, como todas la personas que van ahí. No entiendo que pueda existir un imbécil que crea que haciéndolos tan iguales crea que somos más felices.



No niego que hace cuatro años, cuando tenía dieciocho, a mí también me gustaba acercarme a esos locales rojiblancos con la foto de un viejito canoso sonriente. Con el paso de los años y el alejamiento de mamá, este lugar huachafo donde se come el peor pollo de Lima, me dejó de gustar para siempre.
Mamá no sabía eso. Mamá no sabe tantas cosas de mí, ni siquiera todo lo que sufrí después de acabar con aquella muchacha quien para ella era una chica linda-linda. Mamá tampoco sabía que había dejado la universidad y que, "mal aconsejado por el hambre", entré a trabajar en esa oficina donde no se por qué diablos no cambian ese mueble viejo.
Mamá pidió el combo 3, y yo dije para mí también. Felizmente nos atendieron rápido y nos sentamos en un rincón donde el volumen de la TV llegaba a las justas. Frente a los pollos grasosos, mamá empezó ha hablar como si ayer hubiese sido el último día en que nos hubiésemos visto. Hablaba con tanta tranquilidad que a mí, que soy un tragón de primera, se me quitó el hambre. No es que yo odie a mamá, pero hay cosas que yo no puedo soportar, y además un día antes de mi cumpleaños. Creo que mamá hizo lo mejor al separarse de papá, pero hizo lo peor al alejarse de mí. No se crea que yo no he intentado buscarla ni enterarme de sus cosas, sé, por ejemplo, que hace un año intentó tener otro hijo y que buscó a los mejores médicos del país. No lo logró y estuvo deprimida tanto tiempo que tuvo que ser internada en un nosocomio. Eso me dolió tanto que le escribí una carta furiosa a mi papá diciéndole que era un castigo tener una madre como ella. Había abandonado un hijo y hacia todo lo posible por tener otro.


Los pollos grasosos se enfriaban. Los que atendían en el Kentucky se acercaban como para que terminásemos rápido nuestro combo 3. Mamá seguía diciéndome cosas, y, curiosamente, yo quería volver a la oficina a seguir chateando con Veronika. Pensaba en sus ojos y sus caderas, en sus labios y sus senos, en su amistad y en esa última frase que me dijo.

—Marcelo, no sé como escaparme de ti. Te cuento que he vuelto con mi enamorado, pero cuando lo beso, te estoy besando a ti.

Tantas cosas me pasaban por la mente y mamá estaba allí, con su sonrisa fingida, comiendo su pollo grasoso, insistiendo para que comiese mi grasoso pollo. Supongo que ni siquiera sabía cuantos años cumpliré mañana. No resistí, pero no le dije nada. Mas me levanté de la silla y le dije que iba a lavarme las manos, como siempre hacía antes de comer. En el baño pensé que lo mejor era desaparecer de ese lugar, y eso hice. Ahora ya en el trabajo le dicto a mi jefe, que le gusta estas cosas de los cuentos sobre lo que me pasó hace unos minutos en Kentucky, pero no le dicto todo, me guardo algunas cosas. No sé que pensará mamá en este momento. Seguramente está furiosa, seguramente está mentando la madre, como lo hacía cuando yo era niño. Seguramente me llamará. Vaya suena mi celular. Debe ser ella.

martes, 13 de noviembre de 2007

La última princesa y yo


Una antigua leyenda cuenta que, cada dos mil años, el alma de la joven más hermosa del séquito del señor de Sipán sale de su tumba. Tiene una curiosa misión: regalar su belleza a la última de las hijas de una última hija para que ésta se convierta en una verdadera princesa.


La mirada fija, los ojos brillantes y una sonrisa siempre en los labios. Ella es como un pequeño gran huracán en medio del desierto norteño. Detrás de su apariencia física pequeña, frágil y endeble esconde la grandeza de una divinidad.
La grandeza la lleva en el alma y nace en su mirada. Cuando la conocí tenía yo el alma rota en más de mil pedazos. La conocí en primavera, con fuerte sol, pero cuando desaparecía, siempre llovía.
Tiene sobre el hombro derecho una luz que alumbra sus sueños, ella vive más allá de la eternidad. Aprendí a reír con una señal de amor, con un cuartomenguante de regalo, con una bolsa chifles y hasta con un poco de su ambrosia en forma de arroz con leche. Mil razones para extrañarla, más de mil para quererla.
En la playa o en el Centro de Lima, en un avión militar o en la línea 73, frente al malecón con un choro detrás o en el apacible Olivar sin choro, comiendo una tajada de sandía en Gamarra o una ensalada fumé en el Café Olé, a veces presente a veces ausente, pero siempre está aquí. Mereciéndose mi primer post.
“Ella es…”. ¿Te das cuenta que no existen palabras? “Pero resume, pues”. Resumen de alegría, dicha, un poco de melancolía, otro poco de sonrisas y una pizca de candidez. Fuerza y dolor. Ganas de vivir, ímpetud muchas veces desbordado, luego su tranquilidad. Y su amistad que se convirtió en amor.


*****
Por las noches en la avenida Larco, un escaparate, una réplica del Señor de Sipán. Ella lo mira y sonríe. Te odio maniquí. No lo odies, dice ella, prometiendo nunca irse con él. Pero mirando igual la imagen de “su señor” que no me mira con buenos ojos, y que la llama.